martes, 21 de febrero de 2012

Jamás permitas que ninguna persona te esclavice, tú naciste para ser amada, no para ser esclava.

Jamás permitas que tu corazón sufra en nombre del amor, amar es un acto de felicidad, no de sufrimiento.

Jamás permitas que tus ojos derramen lágrimas por alguien que nunca te hará reír.

Jamás permitas que tu cuerpo sea usado, es la morada de tu espíritu, aprécialo.

Jamás permitas que desperdicies horas esperando por alguien que no vendrá, aunque lo prometa.

Jamás permitas que tu nombre sea pronunciado en vano por una persona que no vale la pena.

Jamás desperdicies tu tiempo con alguien que nunca tiene tiempo para ti.

Jamás permitas que alguien te grite, si te han de dirigirse a tí que sea con amor.

Jamás permitas que pasiones desenfrenadas te saquen del  mundo real para vivir en uno que nunca existirá.

Jamás permitas que tus pies caminen en dirección de una persona que se la pasa huyendo de ti.

Jamás permitas que los sueños de otros se mezclen con los tuyos, convirtiéndolos en una gran pesadilla.

Jamás permitas vivir angustiada, dependiendo de una persona que te hace creer que naciste inválida y sin iniciativa.

Jamás permitas que el dolor, la soledad, el resentimiento, los celos y el rencor debiliten la enorme fuerza que Dios puso dentro de ti.

Jamás te permitas perder la dignidad de ser humana, especial e irrepetible.

Sí te amas, jamás se lo permitirás a nadie.